¿Qué me quieres, amor?
“Sueño con la primera cereza del verano. Se la doy y ella se la lleva a la boca, me mira con ojos cálidos, de pecado, mientras hace suya la carne. De repente, me besa y me la devuelve con la boca. Y yo que voy tocado para siempre, el hueso de la cereza todo el día rodando en el teclado de los dientes como una nota musical silvestre.
Por la noche: «Tengo algo para ti, amor».
Dejo en su boca el hueso de la primera cereza.
Pero en realidad ella no me quiere ver ni hablar.”
¿Qué me quieres, amor? Manuel Rivas, 1995.
El objetivo de esta
tarea era trabajar sobre algún tipo de comida tomando como base la literatura española.
Así, yo he decidido basar mi trabajo en las cerezas, tomando como punto de
partida el cuento de Manuel Rivas “¿Qué
me quieres, amor?” (a pesar de que está escrito en gallego en el original)
que da nombre al libro en el que está incluido. En éste se reúnen otros quince
relatos cortos, entre los cuales destacan La
lengua de las mariposas (llevado al cine con el mismo nombre), La lechera de Vermeer o Las cosas, entre muchas otras. Con esta
obra Manuel Rivas obtuvo en 1995 el Premio de Narrativa Torrente Ballester y en
1996 el Premio Nacional de Narrativa, así como muy buenas críticas en diversos
diarios («Una prosa imaginativa y repleta
de hallazgos. Una obra sensible y valiosa» ABC, «Verdaderas piezas maestras de nuestra narrativa contemporánea. Y eso
muy pocos escritores actuales lo consiguen» Diario 16, «¿Qué me quieres,
amor?, muestra a un escritor con un buen
repertorio de registros y dotado con gran sensibilidad e imaginación. Manuel
Rivas sabe ver la mezcla de crueldad y ternura que suele estar detrás de los
gestos humanos.» El Mundo). Este cuento en cuestión está compuesto por
treinta-y-un parágrafos en los que se mezclan de manera excelente el
dramatismo, la sensualidad, la inocencia y el humor. Trata sobre un chico joven
al que matan en un atraco, que cuenta en primera persona lo que ha pasado y su
amor por Lola.
Aquí dejo un enlace en
el que se puede leer el cuento de manera on-line: http://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200906/primeras-paginas-que-me-quieres-amor.pdf
Simbología
general de las cerezas:
Las
cerezas simbolizan, por una parte, la virginidad y la pureza (principalmente de
la mujer, ya que en ocasiones es utilizada como símbolo del himen) y, por otra,
aparecen como una de las frutas del Paraíso (como la más importante de ellas,
aludiendo al sacrificio de Cristo), simbolizando el erotismo o lo efímero del
placer sexual. Son representadas en las manos del niño Jesús, y alrededor de la
virgen María, y muchas veces representan la sangre de Cristo (por su color y
tamaño). En otras culturas, como la japonesa o la china, las cerezas se asocian
con el auto sacrificio (relacionándolas con la sangre derramada de los
samuráis).
Comentario
del cuento:
Analizando
la primera frase del relato, podemos observar que no se trata de una vivencia
real, si no de un sueño que tiene cuando ya está muerto (como reconocemos al
acabar el relato). Dice “la primera
cereza del verano”, relacionando esto con la simbología de las cerezas, lo
interpreto de dos maneras distintas (o de ambas a la vez): o bien una referencia
a la virginidad del chico, o, si no, a la primera relación sexual del verano. Sin
embargo, me decanto más por la virginidad del chico, puesto que a lo largo del
relato encuentro diversas alusiones a la prácticamente pueril actitud de Tino:
dice “mamá” cuando se refiere a su
madre, y tiene una actitud muy adolescente con ella (“Y si mamá preguntaba que porqué había tardado tanto con la perra, le
decía cuatro burradas bien dichas. Para que aprendiese.”), no se atreve a
confesar lo que siente a Lola, y la espera cada noche, con la perra (“Excuso decir que yo lo tenía todo muy
estudiado. El paseo de Perla estaba
rigurosamente sometido al horario de llegada de Lola. Eran los minutos más
preciosos del día, los dos haciéndoles carantoñas a Perla.”), hace una
referencia a que ella podría ser más mayor (“En esas ocasiones me ponía muy nervioso y ella me parecía una señora,
¿de dónde vendría?, y yo un mocoso.”), el parágrafo 25, en el que habla de
la señora Josefa (nótese el juego de llamarla “señora fa”, como la nota
musical, y luego decir que refunfuñaba “por lo bajo”) y su actitud adolescente, a veces pesimista, ante las cosas (el
fragmento en que menciona a su madre, arriba, y sus reflexiones “Me cabreaba mucho conmigo mismo. En el
espejo del ascensor veía el retrato de un tipo sin futuro, sin trabajo, sin
coche, apalancado en el sofá tragando toda la mierda embutida de la tele,
rebañando monedas por los cajones para comprar tabaco. En ese momento tenía la
sensación de que era la Perla la que sostenía la correa para sacarme a pasear.”,
o en la frase que le dice al final a Lola, en su sueño “¿Impresionada, eh?”), incluso en sus esperanzas (“Algún día, seguro, volvería para posarse en
mi” cosa que solo se cumple en su ensoñación). En este ensueño, Lola acepta el hueso de la cereza (interpretado
como una relación erótica idílica y amorosa antes mencionada). Después de la descripción
de este tiempo onírico, que es roto por la realidad en la frase “Pero en realidad ella no me quiere ver ni
hablar” (en la que se refleja lo que al final del cuento se hace evidente,
está muerto, nadie puede verle ni hablarle, por mucho que quisieran). Ella está
consolando a su madre, y no haciendo caso al cadáver (él). Sin embargo, al
final del relato, Tino vuelve a tener esa ensoñación, en la que ella vuelve a
por él, y acaba con la misma frase que comienza “Sueño con la primera cereza
del verano”. Por otra parte, podemos observar que hay un reconocimiento del
color rojo con Lola (la cereza y la falda plisada).
En
cuanto a la escena del atraco, veo reflejada una madurez tranquila, no ha de
ser tan joven si lo toman en serio, así que imagino que tendrá unos veinte
años. Se ve reflejada su poca decisión ante la vida, su poca auto confianza (“Si yo hubiese tenido en mí la confianza que
Dombo me tenía, el mundo se hubiera puesto a mis pies”) que no le permite
confesar a Lola lo que siente. Se repite constantemente que todo iba a ser muy
sencillo y muy limpio. Después un policía (o lo que yo interpreto que es, por
la frase “He aquí un profesional. Guarda
jurado de paisano, seguro.”) le dispara y le mata, en una escena magnífica
por el ritmo ágil de la narración, muy sensitiva, que marca el final de este “clima civilizado” (“Y echo a correr, la gente que se aparta espantada, qué desgracia, la
gente que se aparta y deja un corredor maldito en la calle, un agujero que se
abre, un túnel por delante, un agujero en la espalda. Quema. Como una picadura de
avispa.”).
Por
último, he de decir que encuentro este relato muy perspicaz e innovador, y a
pesar de su lenguaje sencillo, y casi “de calle”, extremadamente ingenioso. Así
pues, recomiendo a todas las personas amantes de la buena literatura que lo
lean, puesto que no te deja indiferente.
Bibliografía:
Por Inés Cogollor Carmona.
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